domingo, 23 de septiembre de 2007

Colección de microrelatos


Él no era el asesino

El cadáver seguía allí. Él no era el asesino

Jorge era un escarabajo pelotero muy normal. No había destacado en nada a lo largo de su miserable vida. Su único mérito consistía en haber aparecido al fondo en una toma nada importante de un documental de la National Geographic. Cuando su madre, que vivía en Melbourne, Australia, a miles de kilómetros; presenció la escena en el canal de la televisión por cable, no pudo asegurar con exactitud que aquel fuera “su Jorge”.

No tenía esposa ni nada que se le pareciese. No tenía amigos y sí un montón de enemigos. Cargando siempre con su enorme bola de excrementos y su mala suerte, era un apestado de la sociedad invertebrada. Estaba en el último eslabón de la cadena alimenticia, ocupaba el subsuelo de la pirámide. En la Creación, había nacido en un momento de asueto divino. Originado en la siesta olímpica, Zeus le dio forma entre ronquidos. Afrodita llegó a afirmar que aquel monstruo de la naturaleza era un error imperdonable, un parásito inservible que haría un gran favor quitándose del medio.

No fueron pocas las ocasiones en las que el suicido o la muerte de uno mismo, como a Jorge le gustaba llamarlo, rondaron su cabeza de escarabajo.
Al menos si hubiese nacido en Asia, la gente admiraría el sabor de su carne frita. Pero era un escarabajo de desierto inhumano, un escombro en tierras salvajes. Vivía en un reducto maldito al que la civilización no había llegado.
Era, como Diógenes, un filósofo en la basura, incomprendido y marginado. No me quites el sol dijo a un león con título monárquico, pero Simba ni siquiera escuchó sus palabras y no fue tan amable como el Magno Alejandro. La huella de la pata delantera izquierda del hijo de Mufasa conservó incorrupto el cuerpo del delito. El rigor mortis se había consumado. La desgraciada existencia de Jorge alcanzó su fin pasando al cementerio de los elefantes desmemoriados, donde mamuts con complejo de peces no recuerdan a sus antepasados.

Jorge se acercó a la orilla del riachuelo, vio su imagen de muerto en el agua. El cadáver seguía allí. Él no era el asesino.

2 comentarios:

San Anonimous Rodriguez S. dijo...

Precioso, me ha encantado.
Sobretodo, el párrafo final, en el que se ve en el riachuelo. Hermosérrimo

Anónimo y orgulloso de ello dijo...

si kafka levantara la cabeza te pediría una cría de ese escarabajo.