La búsqueda de un príncipe
Mi Cenicienta me encargó hace unos días la búsqueda de un príncipe. Desde entonces llevo las negociaciones en secreto. Me he reunido con más de mil representantes de candidatos venidos de todos los rincones del universo. Había en la lista original príncipes de cuento, del espacio, borbones, oranges y austrias, de noble condición y usurpadores de trono, exiliados y absolutistas, algunos que mataron a su padre por la corona y otros que lo harían si pudiesen. He ido desechando nombres y actualmente la lista es reducida. Ya estoy con las entrevistas personales, sin representantes, cara a cara con los interesados.
Hace poco tiempo que Cenicienta busca un príncipe. Viene de romper con el que le puso la zapatilla y la sacó de la esclavitud a la que la sometían sus hermanastras. Aquel amor de cuento fue un bonito relato pero los cuentos siempre tienen un final y un día príncipe y Cenicienta lo dieron por finiquitado. Desde entonces no tiene Cenicienta a nadie que se pare a mirarla dos segundos sin decir nada. Cuando entrevisto a los opositores a príncipe de la Cenicienta, busco al que sea capaz de descubrir en sus ojos las emociones de un corazón necesitado de sentir. Condición indispensable para ser el elegido, es la de no recurrir a la magia ni a las artes ocultas. Quien se gane el corazón de Cenicienta ha de lograrlo haciendo uso del amor verdadero y no de hechizos con fecha de caducidad. Estos días he tenido entre mis manos algunos currículos de príncipes que solicitaban un empleo temporal. Se equivocan conmigo. No busco para Cenicienta un príncipe momentáneo, busco el amor de su vida. Además esto no es un trabajo, es una elección libre y consensuada.
Se preguntarán algunos por qué Cenicienta pone en mí las esperanzas de su corazón. Mi pobre muchacha de ceniza no tiene ánimos para volverse a equivocar. Ella ya tuvo un cuento que no fue para siempre y no quiere repetir otro engaño. Acepté el encargo sabiendo que la responsabilidad en caso de tragedia será mía. Si fallo sé que no podré seguir ejerciendo mi trabajo de casamentero. No tengo miedo al fracaso. Estoy trabajando concienzudamente para que nada pueda salir mal. He ido eliminando uno por uno a todos aquellos candidatos que presentaran la más mínima duda de merecer el corazón de Cenicienta. Hay príncipes caídos de la lista por preferir el fútbol a las cosquillas, otros nombres han sido borrados por masticar con la boca abierta, los hay que se han autodespedido al reconocer su tendencia a ser infieles, pero los que han sido descartados con mayor celeridad han sido los que decían estar realmente enamorados sin conocer a Cenicienta. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y para Cenicienta prefiero a un lisiado que a un embustero.
He terminado las entrevistas personales. Ahora voy a buscar a mi niña soltera para que lea mi informe. He seleccionado a cuatro candidatos como finalistas. El documento que leerá Cenicienta es el siguiente:
Proceso de selección de un príncipe para Cenicienta.
Tras recibir más de mil propuestas de príncipes internacionales, los preseleccionados son cuatro. A continuación se exponen las características por las que cada uno de ellos merece haber alcanzado la fase final del proceso. Será Cenicienta quien finalmente decida el ganador o en su defecto nombrará varios candidatos para que yo le aconseje cuál sería el ideal, si bien tendrá que ser ella misma la que nombre al elegido.
Príncipe Juan. 24 años. 1,90 metros de estatura. 87 kilos. Nacido en Madrid. Ojos verdes como los olivos. Moreno de piel clara. Reparador de fisuras emocionales. Habla castellano y en bajito, también sabe hablar al oído. Estudia los andares femeninos y ha descubierto diferencias asombrantes según la edad, la ciudad, el momento del día y la posición de la luna, si bien ha concluido que el sol y las obras del metro o similar no influyen para nada. Padre soltero de un hijo del que tiene la custodia. La madre del niño está fugada de la justicia por lo que no representa ningún problema. Sus aficiones son contar estrellas, medir a ojo el diámetro de las nubes y leer el periódico por encima de los hombros de la gente que desayuna en las cafeterías del centro. Su última relación terminó porque su novia se enamoró de otro y él les prestó la cama para evitar que su sufrimiento se alargase. Busca una mujer que no le abandone y que se quede un rato sin hacer nada después del coito. Ofrece piso con dos dormitorios y vistas al edificio de enfrente, buena memoria para recordar fechas importantes, interés real por escuchar los problemas emocionales provocados por el período y dosis altas de artes culinarias. Lo mejor de este candidato es que conoce el sufrimiento y no quiere volver a padecerlo. Lo peor es que a veces se emborracha solo y llega tarde a casa.
Príncipe Abdul. 22 años. 1,84 metros de altura. 77 kilos. Nacido en Estambul. Ojos marrones como la tierra del desierto. Moreno de piel moruna. Medidor de lágrimas de felicidad. Habla hasta debajo del agua. Estudia cómo se erizan la piel y los vellos al pasar la lengua por los lóbulos de las orejas. No tiene descendencia ni la busca por el momento. Está casado con dos mujeres y cree firmemente en la poligamia tanto para el hombre como para la mujer, además sabe repartirse de forma equitativa entre sus esposas. Sus aficiones son mandar cartas en blanco a direcciones inventadas y discutir con el cartero cuando las trae de vuelta porque no ha dado con el falso destinatario, salir a la calle sin paraguas cuando llueve, rezarle a las caderas de la mujer que entre en su cama y bajarse películas de Internet para verlas el fin de semana pegado a la estufa. Su última relación rota terminó porque su amante solicitó una beca Erasmus y fue probando cada colchón de Finlandia hasta que el candidato decidió que había agotado el vaso de su paciencia. Busca una mujer que no sea celosa y a la que promete fidelidad dentro de la poligamia. Ofrece dos esposas anteriores que pueden convertirse en amigas y confidentes, interpretaciones reales y no interesadas del Islam en términos que favorezcan la igualdad entre sexos y el progreso femenino, avión privado para vivir entre Sevilla y Estambul y viajes a la luna la noche del último viernes de cada mes. Lo mejor de este candidato es su sinceridad. Lo peor de este candidato es que ya está casado con otras dos mujeres y no renunciará a ellas.
Príncipe Vladimir. 23 años. 1,87 metros de altura. 80 kilos. Nacido en Tallín. Ojos azules como el mar Báltico. Rubio de piel blanquecina. Susurrador nocturno de cuentos eróticos. Habla ruso en su versión estonia. Estudia cómo el movimiento de las olas influye en la mentalidad de los hombres. Tiene doce sobrinos pero ningún hijo. No tiene ex novias ni nada parecido a menos de mil kilómetros de distancia. Sus aficiones son beber chocolate derretido, escribir novelas en blanco, viajar con la mente a mundos no explorados y ver películas porno para reírse de sus estúpidos diálogos. Su última relación terminó porque su novia fue secuestrada por un grupo de terroristas que la liberaron porque era insoportable pero ella no quiso volver ya que se había enamorado de todos y cada uno de sus captores. Busca una mujer que ame el sol y deteste quedarse en casa sin hacer nada. Ofrece hogar calentito en invierno debido a la fobia al frío que le hizo abandonar su país, sexo intenso en cualquier rincón de la casa y de la calle, interés por la cultura surrealista y visitas mensuales al cajón de la memoria. Lo mejor de este candidato es su inmejorable forma de hacer el amor. Lo peor de este candidato es que es hijo único y si su padre muere está dispuesto a hacerse cargo de su madre y acogerla en su casa.
El último candidato no se ha presentado al casting. Pero es un sinvergüenza que quiere tener la opción de ser elegido por la Cenicienta. Príncipe Jose. 23 años. 1,77 metros de altura. 70 kilos. Nacido en Sevilla. Ojos marrones que lloran involuntariamente cuando se tumba en el sofá sobre un costado de su cuerpo. Moreno de piel intermedia. Narrador de realidades disfrazadas de fantasía. Habla castellano en versión sevillana y cada vez habla menos francés porque se le está olvidando de no practicarlo. Estudia la importancia del diálogo absurdo para construir relaciones de amor duraderas. No tiene hijos y a veces piensa que sería mejor no tenerlos. Algunas de sus ex novias son sus amigas. Sus aficiones son hablar mucho con las personas que tienen algo especial en la mirada, emborracharse para decir todo lo que nunca diría, nadar con sus dedos en el mar de la piel humana y colgarse bocabajo de las orejas de sus amantes después de morderlas durante media hora. Su última relación no sabrá nunca por qué se terminó pero ahora que se siente libre no quiere volver atrás. Busca una mujer que no exija nada pero que lo quiera todo. Ofrece estar cuando se le necesite pero sin comprometerse a estar siempre. Lo mejor de este candidato es que no está obsesionado con obtener la victoria. Lo peor de este candidato es que recomienda no ser elegido.
Ahora es Cenicienta quien debe poner nombre a los latidos de su corazón. Sé que tomará la decisión acertada.
Mi Cenicienta me encargó hace unos días la búsqueda de un príncipe. Desde entonces llevo las negociaciones en secreto. Me he reunido con más de mil representantes de candidatos venidos de todos los rincones del universo. Había en la lista original príncipes de cuento, del espacio, borbones, oranges y austrias, de noble condición y usurpadores de trono, exiliados y absolutistas, algunos que mataron a su padre por la corona y otros que lo harían si pudiesen. He ido desechando nombres y actualmente la lista es reducida. Ya estoy con las entrevistas personales, sin representantes, cara a cara con los interesados.
Hace poco tiempo que Cenicienta busca un príncipe. Viene de romper con el que le puso la zapatilla y la sacó de la esclavitud a la que la sometían sus hermanastras. Aquel amor de cuento fue un bonito relato pero los cuentos siempre tienen un final y un día príncipe y Cenicienta lo dieron por finiquitado. Desde entonces no tiene Cenicienta a nadie que se pare a mirarla dos segundos sin decir nada. Cuando entrevisto a los opositores a príncipe de la Cenicienta, busco al que sea capaz de descubrir en sus ojos las emociones de un corazón necesitado de sentir. Condición indispensable para ser el elegido, es la de no recurrir a la magia ni a las artes ocultas. Quien se gane el corazón de Cenicienta ha de lograrlo haciendo uso del amor verdadero y no de hechizos con fecha de caducidad. Estos días he tenido entre mis manos algunos currículos de príncipes que solicitaban un empleo temporal. Se equivocan conmigo. No busco para Cenicienta un príncipe momentáneo, busco el amor de su vida. Además esto no es un trabajo, es una elección libre y consensuada.
Se preguntarán algunos por qué Cenicienta pone en mí las esperanzas de su corazón. Mi pobre muchacha de ceniza no tiene ánimos para volverse a equivocar. Ella ya tuvo un cuento que no fue para siempre y no quiere repetir otro engaño. Acepté el encargo sabiendo que la responsabilidad en caso de tragedia será mía. Si fallo sé que no podré seguir ejerciendo mi trabajo de casamentero. No tengo miedo al fracaso. Estoy trabajando concienzudamente para que nada pueda salir mal. He ido eliminando uno por uno a todos aquellos candidatos que presentaran la más mínima duda de merecer el corazón de Cenicienta. Hay príncipes caídos de la lista por preferir el fútbol a las cosquillas, otros nombres han sido borrados por masticar con la boca abierta, los hay que se han autodespedido al reconocer su tendencia a ser infieles, pero los que han sido descartados con mayor celeridad han sido los que decían estar realmente enamorados sin conocer a Cenicienta. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y para Cenicienta prefiero a un lisiado que a un embustero.
He terminado las entrevistas personales. Ahora voy a buscar a mi niña soltera para que lea mi informe. He seleccionado a cuatro candidatos como finalistas. El documento que leerá Cenicienta es el siguiente:
Proceso de selección de un príncipe para Cenicienta.
Tras recibir más de mil propuestas de príncipes internacionales, los preseleccionados son cuatro. A continuación se exponen las características por las que cada uno de ellos merece haber alcanzado la fase final del proceso. Será Cenicienta quien finalmente decida el ganador o en su defecto nombrará varios candidatos para que yo le aconseje cuál sería el ideal, si bien tendrá que ser ella misma la que nombre al elegido.
Príncipe Juan. 24 años. 1,90 metros de estatura. 87 kilos. Nacido en Madrid. Ojos verdes como los olivos. Moreno de piel clara. Reparador de fisuras emocionales. Habla castellano y en bajito, también sabe hablar al oído. Estudia los andares femeninos y ha descubierto diferencias asombrantes según la edad, la ciudad, el momento del día y la posición de la luna, si bien ha concluido que el sol y las obras del metro o similar no influyen para nada. Padre soltero de un hijo del que tiene la custodia. La madre del niño está fugada de la justicia por lo que no representa ningún problema. Sus aficiones son contar estrellas, medir a ojo el diámetro de las nubes y leer el periódico por encima de los hombros de la gente que desayuna en las cafeterías del centro. Su última relación terminó porque su novia se enamoró de otro y él les prestó la cama para evitar que su sufrimiento se alargase. Busca una mujer que no le abandone y que se quede un rato sin hacer nada después del coito. Ofrece piso con dos dormitorios y vistas al edificio de enfrente, buena memoria para recordar fechas importantes, interés real por escuchar los problemas emocionales provocados por el período y dosis altas de artes culinarias. Lo mejor de este candidato es que conoce el sufrimiento y no quiere volver a padecerlo. Lo peor es que a veces se emborracha solo y llega tarde a casa.
Príncipe Abdul. 22 años. 1,84 metros de altura. 77 kilos. Nacido en Estambul. Ojos marrones como la tierra del desierto. Moreno de piel moruna. Medidor de lágrimas de felicidad. Habla hasta debajo del agua. Estudia cómo se erizan la piel y los vellos al pasar la lengua por los lóbulos de las orejas. No tiene descendencia ni la busca por el momento. Está casado con dos mujeres y cree firmemente en la poligamia tanto para el hombre como para la mujer, además sabe repartirse de forma equitativa entre sus esposas. Sus aficiones son mandar cartas en blanco a direcciones inventadas y discutir con el cartero cuando las trae de vuelta porque no ha dado con el falso destinatario, salir a la calle sin paraguas cuando llueve, rezarle a las caderas de la mujer que entre en su cama y bajarse películas de Internet para verlas el fin de semana pegado a la estufa. Su última relación rota terminó porque su amante solicitó una beca Erasmus y fue probando cada colchón de Finlandia hasta que el candidato decidió que había agotado el vaso de su paciencia. Busca una mujer que no sea celosa y a la que promete fidelidad dentro de la poligamia. Ofrece dos esposas anteriores que pueden convertirse en amigas y confidentes, interpretaciones reales y no interesadas del Islam en términos que favorezcan la igualdad entre sexos y el progreso femenino, avión privado para vivir entre Sevilla y Estambul y viajes a la luna la noche del último viernes de cada mes. Lo mejor de este candidato es su sinceridad. Lo peor de este candidato es que ya está casado con otras dos mujeres y no renunciará a ellas.
Príncipe Vladimir. 23 años. 1,87 metros de altura. 80 kilos. Nacido en Tallín. Ojos azules como el mar Báltico. Rubio de piel blanquecina. Susurrador nocturno de cuentos eróticos. Habla ruso en su versión estonia. Estudia cómo el movimiento de las olas influye en la mentalidad de los hombres. Tiene doce sobrinos pero ningún hijo. No tiene ex novias ni nada parecido a menos de mil kilómetros de distancia. Sus aficiones son beber chocolate derretido, escribir novelas en blanco, viajar con la mente a mundos no explorados y ver películas porno para reírse de sus estúpidos diálogos. Su última relación terminó porque su novia fue secuestrada por un grupo de terroristas que la liberaron porque era insoportable pero ella no quiso volver ya que se había enamorado de todos y cada uno de sus captores. Busca una mujer que ame el sol y deteste quedarse en casa sin hacer nada. Ofrece hogar calentito en invierno debido a la fobia al frío que le hizo abandonar su país, sexo intenso en cualquier rincón de la casa y de la calle, interés por la cultura surrealista y visitas mensuales al cajón de la memoria. Lo mejor de este candidato es su inmejorable forma de hacer el amor. Lo peor de este candidato es que es hijo único y si su padre muere está dispuesto a hacerse cargo de su madre y acogerla en su casa.
El último candidato no se ha presentado al casting. Pero es un sinvergüenza que quiere tener la opción de ser elegido por la Cenicienta. Príncipe Jose. 23 años. 1,77 metros de altura. 70 kilos. Nacido en Sevilla. Ojos marrones que lloran involuntariamente cuando se tumba en el sofá sobre un costado de su cuerpo. Moreno de piel intermedia. Narrador de realidades disfrazadas de fantasía. Habla castellano en versión sevillana y cada vez habla menos francés porque se le está olvidando de no practicarlo. Estudia la importancia del diálogo absurdo para construir relaciones de amor duraderas. No tiene hijos y a veces piensa que sería mejor no tenerlos. Algunas de sus ex novias son sus amigas. Sus aficiones son hablar mucho con las personas que tienen algo especial en la mirada, emborracharse para decir todo lo que nunca diría, nadar con sus dedos en el mar de la piel humana y colgarse bocabajo de las orejas de sus amantes después de morderlas durante media hora. Su última relación no sabrá nunca por qué se terminó pero ahora que se siente libre no quiere volver atrás. Busca una mujer que no exija nada pero que lo quiera todo. Ofrece estar cuando se le necesite pero sin comprometerse a estar siempre. Lo mejor de este candidato es que no está obsesionado con obtener la victoria. Lo peor de este candidato es que recomienda no ser elegido.
Ahora es Cenicienta quien debe poner nombre a los latidos de su corazón. Sé que tomará la decisión acertada.
1 comentario:
La descripción de los principes me parece exelente, incluso perfecta en sus detalles, pero me queda una duda, que queda de aquella cenicienta lastimada. ¿Le quedara algo para ofrecer?. No la definiria arrogante pero es un tanto pretencioso ir en busqueda de solo principes y principalmente en el estado emocional en que se encuentra. Algun día me gustaria leer en una proxima entrega de "Las aventuras de cenicienta" segunda temporada capitulo II una profundización del estado psicologico de nuestra protagonista, sepa comprenderme, un lector siempre quiere mas y si pudiese exigirlo, no se otros, yo lo haria. Espero Cenicienta que el fin de tu vida no sea solo encontrar un principe, ya que ni las niñas de hoy creemos en ellos ni tampoco en sus cuentos
Publicar un comentario