
El semen en el rostro de la luna
Desde el alminar árabe de su castillo, Luna podía contemplar a Romeo subir y bajar las escaleras que no llevaban a ninguna parte, una y otra vez, y así hasta mil veces desde el amanecer hasta el anochecer, todos los días de su vida, castigado no se sabía por qué delito imperdonable, fatigado pero no rendido, oscuro pero no triste.
Luna era una princesa adicta al sexo, encerrada en el alminar árabe de su castillo desde su nacimiento en el mismo día en el que triunfó la república. Para saciar sus ansias sexuales, el presidente de la República, el señor Redondo, un gordo bajito con lentes redondeadas, enviaba a su alcoba cada noche un varón experto, cada día de la semana, diferente. Los sementales republicanos tenían que descansar seis días por cada uno de trabajo, pues era tal la capacidad amatoria de Luna, que así sólo podía ser satisfecha en sumo grado. De modo que eran siete los machos que pasaban por sus aposentos desde que empezó a requerir el sexo de los hombres a la edad de siete años. Ni aún así quedaba sofocada por completo, pues era conocido por el pueblo que la princesa Luna jugaba también con el sexo de sus siete hermanas. Al sexo de hombre lo llama cangrejo, al de mujer lo nombraba como mariposa y afirmaba siempre que se le cuestionara al respecto, que hacían falta la misma cantidad de mariposas y de cangrejos para que una princesa no muriera desolada en el régimen de una república que no se atreve a expulsarla.
Romeo ni era italiano ni se había enamorado nunca. Era un humano nacido extrañamente de la unión de un mosquito putrefacto y una serpiente de cascabel. De su padre tenía las alas que no le servían para volar y que eran una carga demasiado pesada para su columna ligeramente desviada. De su madre heredó el sonido de cascabel que marcaba inconfundiblemente sus pasos.
Un día en el que la Tierra tapó al satélite con el que soñaron soviéticos y yankees, Luna soñó que se encontraba abierta la puerta de su habitación. En su sueño, salió de su encierro, se encontró con una escalera de un millón y dos peldaños, los bajó uno a uno recreándose en el frío del mármol en sus pies sucios y descalzos, salió al exterior del castillo, giró a la derecha, atravesó una estepa que nunca antes estuvo allí, surcó un océano recién inventado, todavía casi sin agua, levantó una torre hasta el cielo y Dios con su divina gracia, la derrumbó en cuanto la hubo terminado, mató a su padre que ya había muerto y finalmente, convertida en renacuajo, se coló por un diminuto agujero de una pared de marfil tras la que se encontraba Romeo subiendo y bajando las escaleras que no llevaban a ninguna parte, moribundo pero vivo, reacio al amor pero dispuesto a amar. Luna se encontró con él de frente, y por primera vez en la eternidad del tiempo, el hijo de un mosquito seropositivo y de una serpiente vegetariana, cesó en su labor interminable de subir y bajar escaleras, miró a la triste princesa convertida en renacuajo, le pidió que volviese a su forma humana, y cuando ésta lo hizo, se bajó los pantalones, le subió la falda sin permiso, la tomó por detrás y penetró su tantas veces penetrado sexo, de la forma más vulgar y despreciable en que a nadie se le hubiese ocurrido jamás hacerlo.
Entonces, cuando hubo manchado su rostro de semen, le escupió a los ojos y le dijo con voz serena y sin arrepentimiento:
-Ahora sabes por qué me condenaron eternamente a subir y bajar escaleras que no llevan a ninguna parte. Si quieres, puedes volver mañana o cualquier día, yo de aquí no me muevo.
Y Luna volvió al otro día y al otro, y así todos los días de su vida, aún con más ganas de sexo.
Desde el alminar árabe de su castillo, Luna podía contemplar a Romeo subir y bajar las escaleras que no llevaban a ninguna parte, una y otra vez, y así hasta mil veces desde el amanecer hasta el anochecer, todos los días de su vida, castigado no se sabía por qué delito imperdonable, fatigado pero no rendido, oscuro pero no triste.
Luna era una princesa adicta al sexo, encerrada en el alminar árabe de su castillo desde su nacimiento en el mismo día en el que triunfó la república. Para saciar sus ansias sexuales, el presidente de la República, el señor Redondo, un gordo bajito con lentes redondeadas, enviaba a su alcoba cada noche un varón experto, cada día de la semana, diferente. Los sementales republicanos tenían que descansar seis días por cada uno de trabajo, pues era tal la capacidad amatoria de Luna, que así sólo podía ser satisfecha en sumo grado. De modo que eran siete los machos que pasaban por sus aposentos desde que empezó a requerir el sexo de los hombres a la edad de siete años. Ni aún así quedaba sofocada por completo, pues era conocido por el pueblo que la princesa Luna jugaba también con el sexo de sus siete hermanas. Al sexo de hombre lo llama cangrejo, al de mujer lo nombraba como mariposa y afirmaba siempre que se le cuestionara al respecto, que hacían falta la misma cantidad de mariposas y de cangrejos para que una princesa no muriera desolada en el régimen de una república que no se atreve a expulsarla.
Romeo ni era italiano ni se había enamorado nunca. Era un humano nacido extrañamente de la unión de un mosquito putrefacto y una serpiente de cascabel. De su padre tenía las alas que no le servían para volar y que eran una carga demasiado pesada para su columna ligeramente desviada. De su madre heredó el sonido de cascabel que marcaba inconfundiblemente sus pasos.
Un día en el que la Tierra tapó al satélite con el que soñaron soviéticos y yankees, Luna soñó que se encontraba abierta la puerta de su habitación. En su sueño, salió de su encierro, se encontró con una escalera de un millón y dos peldaños, los bajó uno a uno recreándose en el frío del mármol en sus pies sucios y descalzos, salió al exterior del castillo, giró a la derecha, atravesó una estepa que nunca antes estuvo allí, surcó un océano recién inventado, todavía casi sin agua, levantó una torre hasta el cielo y Dios con su divina gracia, la derrumbó en cuanto la hubo terminado, mató a su padre que ya había muerto y finalmente, convertida en renacuajo, se coló por un diminuto agujero de una pared de marfil tras la que se encontraba Romeo subiendo y bajando las escaleras que no llevaban a ninguna parte, moribundo pero vivo, reacio al amor pero dispuesto a amar. Luna se encontró con él de frente, y por primera vez en la eternidad del tiempo, el hijo de un mosquito seropositivo y de una serpiente vegetariana, cesó en su labor interminable de subir y bajar escaleras, miró a la triste princesa convertida en renacuajo, le pidió que volviese a su forma humana, y cuando ésta lo hizo, se bajó los pantalones, le subió la falda sin permiso, la tomó por detrás y penetró su tantas veces penetrado sexo, de la forma más vulgar y despreciable en que a nadie se le hubiese ocurrido jamás hacerlo.
Entonces, cuando hubo manchado su rostro de semen, le escupió a los ojos y le dijo con voz serena y sin arrepentimiento:
-Ahora sabes por qué me condenaron eternamente a subir y bajar escaleras que no llevan a ninguna parte. Si quieres, puedes volver mañana o cualquier día, yo de aquí no me muevo.
Y Luna volvió al otro día y al otro, y así todos los días de su vida, aún con más ganas de sexo.
10 comentarios:
El relato me parecía aceptable e incluso apreciable hasta que el bueno de Romeo escupe a Luna en la cara. Me parece que nuestro bohemio se está convirtiendo en un surrealista verdoso y obsceno, sus razones tendrá... Espesito pero mejorable, ánimo. Me gusta la nueva identidad del blog.
bueno yo tb creo q es un poco verderon pero bueno esta bien,es original, m mola,esta bien q metais algo asi para despertar un poco, adeu¡
La verdad es que es verde, pero tiene mucho mas significado del que mucha gente puede creer, si veis Romeo la tarto "fatal" para algunos pero luna gozo , lo que quiero decir con esto es que dond emenos te lo esperas puedes encontrar a tu media naranja aunque sea raro siempre hay una persona que corresponden con los gustos de cada uno y que da igual lo uqe diga la gente , las decisiones que uno tome tienen que ser por conviccion propia nada de dejarse llevar por lo que la gente pueda decir . la verdad es que lleva algo de razon juan cuesta un poco leerlo es un poco espesito pero la "moraleja"que am i me ha dejado me ha llamado astante ala atenciona si que enhorabuena Jose
Ay luna que brilla en los mares, los maes oscuros, ay luna tú no estas cansada de girar al viejo mundo?, ay luna quedate conmigo y aún no te vayas...
no se de que manera hay que evaluar esto, aver... si fuera por nota te pondría un ....8!
si se tratara de calificación en modo general, notable!
y lo que sí veo es que deberíais ser más originales en la forma de hacer las metáforas...no se si me entendereis... la luna... está bien, pero se recurre demasiado a ella, de áhí que haya puesto yo ese parrafito de una ´canción de camarón.
nada más, jose enhorabuena, me ha gustado mucho, besos.
La línea entre la grosería y la sensualidad es tan fina, que la machacas sin piedad alguna.
Estoy deacuerdo que el Amor se puede encontrar en cualquier sitio, en el menos esperado, pero esto no es Amor, es amor surreal, como el cuento.
Menos mal que los mosquitos tienen una duración de 3 días pero se vé que al ser fecundado por una serpiente vegetariana se alarga su esperanza de vida:P
Supongo que lejos estás que te concendan la Sonrisa Vertical :P
Más allá de la definición, más allá de la imagen, tu cuento es cuanto menos peculiar
Un saludo desde la tierra de nadie...
Me gusta mucho la fantasía que impregna todo el relato, por fin respondes a mi idea de surrealismo! No me parece espeso, no me ha costado nada leerlo, pero coincido en parte con juan...escupirle en la cara, rompe un poco la magia erótico-sexual de la relación entre la luna y el moskito. Igualmente, felicidades...Viva la imaginación!
Muá......................Petit lolá
A veces, hay que dejarse llevar y ser el escribano de tu propia mente, el taquígrafo que no repara en el contenido del juicio, plasmar directamente lo que dice el corazón en coalición con el cerebro. Me gusta este relato porque no hay autocensura, porque admiro el mérito de mantener intacta la tecla de borrado, porque define completamente al surrealismo, y por eso cada día me siento menos digno de participar en este blog, porque no soy surrealista cuando escribo...
Pues a mí me encanta, después de leer los comentarios creí que te gustaría leer que alguien apoya el contenido del relato íntegramente.
Me ha gustado mucho, sí señor, tal vez es a eso a lo que quiero llegar y siempre me autocensuro. También te felicito por conseguirlo y te agradezco que escribas estas cosas ;)
Todos alguna vez hemos sido Luna. Esta noche yo lo he sido. Empapada de sudor, gimiendo mientras hacía el amor con mi Romeo, me he dejado maltratar... Me ha tirado del pelo, me ha escupido en los senos, se ha corrido encima de mi vientre... "¡Oh!", diréis algunos. Me da igual. He disfrutado, he hecho justo lo que quería hacer..
Camarada Juan, ¿lo de espesito lo dices por el semen? Me gusta que este cuento provoque tan diversas opiniones. Me gusta mucho la interpretación que le da Very, este cuento habla de libertades y está escrito desde la libertad de expresión máxima sin arreglo a posibles censuras internas o externas, hablo de lo que quiero sin pensar en la opinión que tendrán los demás. Luna ama lo que ama si pensar en lo que los demás consideren correcto. A Marta, que firmó como anónimo, decirle que Luna se llama así porque es un nombre que me gusta, la metáforo con la luna viene a posteriori. Logaritmo creo que esto sí es amor verdadero, porque es amor sin tapujos. Resulta curioso que todos señaleis a Romeo como el mosquito, acordaos de que también es en parte una serpiente de cascabel...¡qué olvidadas tenemos a las madres! Anto, diste en la clave, no hay borradores, es el cuento puro, la imaginación trabaja y la mano escribe directamente. Gracias Ana, ya sabes, la autocensura nos oprime, no te dejes autocoartar. Videabien, quiere a tu Romeo y oblígale con amor a que no deje de darte lo que te gusta recibir de él...aprendamos a ser nosotros, no nos escondamos...Gracias a todos por pararos a dejar vuestra opinión, me haceis sentirme útil.
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