El recuerdo sobre las ruinas
Parece que han pasado siglos desde la última vez que pude contemplar tu sonrisa. Habrán pasado cientos de cosas de las que no tengo mucha certeza, pero que imagino habrán sido acontecimientos horribles. Se habrán derretido los majestuosos glaciares, cansados, derrotados por el sofocante y creciente calor, y seguramente se han inundado ciudades enteras mientras estabas ausente. Los cada vez más poderosos huracanes, como herramientas de la madre naturaleza encargadas del equilibrio y la justicia, habrán descargado su ira arrasando numerosas ciudades norteamericanas, aunque, embriagados por el poder, se les habrá ido la mano sin querer en las zonas pobres del planeta. El frío humo, las cálidas llamas, los incesantes vertidos, habrán deteriorado tanto el medio ambiente que los bosques habrán llegado a ser llanuras y las llanuras, eriales. Un ejército de cazadores furtivos y constructores despiadados habrá acabado con miles de especies. Probablemente no queden animales sobre la faz de la Tierra y, aunque algunos consiguieran sobrevivir, morirían más tarde de tristeza o abrasados por los vapores tóxicos. Incomprensibles guerras y estúpidas luchas armadas con la ignorancia y la inútil religión como único telón de fondo habrán acabado con millones de vidas mientras te he esperado en mi burbuja, que he ido llenado exclusivamente con sueños en los que sólo aparecías tú. Es posible, incluso, que no quede vivo un solo ser, es posible, tal vez, que sea yo el único que prevalece.
Desde el interior de mi escudo de protección he tenido la oportunidad de verlo todo, he podido ser testigo privilegiado, según científicos millonarios, del declive del ser humano, de la putrefacción progresiva de sus almas y de la muerte de la Madre Tierra a manos del hombre.
Pero he preferido permanecer en el recuerdo, ser el guardián de tu sonrisa.
He preferido atesorar esa imagen y aferrarme a ella como lo único bello, como lo único que podía hacerme sentir vivo, ajeno a todo lo demás.
He cerrado los ojos y he deseado verte sólo a ti.
…he decidido esperarte aun sabiendo que no volverías, he dictaminado mi propia sentencia y he elegido conservar tu rostro en mi cabeza para toda la eternidad…
sábado, 20 de enero de 2007
martes, 16 de enero de 2007
Surrealismo crítico
Una puta cada vez más fea
Muchos ya mirábamos al futuro con optimismo pensando en un país sin bombas -al menos las made in Euskadi, que ya tendremos tiempo de hablar de Al Qaeda y compañía-, cuando de repente nos asalta la tragedia de nuevo y se nos une un pueblo, el ecuatoriano, del que dependerán en gran parte nuestras pensiones, a esa maldita lista negra de muertos inocentos por la sinrazón inhumana de los que bajo el nombre de patriotas esconden su cobarde condición de terroristas. Esos que ya nos engañaron a todos en más de una ocasión, a usted también señor Aznar, volvieron sigilosos escondiendo el garrote para asestar un golpe mortal del que acusan al Gobierno, mostrando una vez más su cobardía. Estos asesinos enmascarados, favorables a la igualdad de sexo-fue una mujer la que leyó el famoso comunicado de alto el fuego permanente- vuelven a dejar patente su natural condición de inútiles de la especie. Los etarras son ni más ni menos que los hijos bastardos de la democracia, nacidos de un negocio sexual siguen practicando la prostitución del rifle que comenzaron hace treinta años. No contentos con dejar muestras de su bajo coeficiente intelectual al recurrir a las armas por falta de dominio de la palabra y escasez de argumentos humanos, se ponen en evidencia al declarar que el proceso de pacificación continua vigente. Señora ETA, una prostituta puede ganar mucho dinero cuando su belleza está en auge, pero usted es una señora ya mayor y ni siquiera le queda futuro como madame, puesto que ahora la gestión del sexo sucio la llevan otros hijos de puta. Entregue las armas, ya nadie quiere acostarse con una puta a la que afearon los años y que siempre se pintó los labios con sangre en vez de con el carmín de la rosa de la paz que todos queremos oler.
Muchos ya mirábamos al futuro con optimismo pensando en un país sin bombas -al menos las made in Euskadi, que ya tendremos tiempo de hablar de Al Qaeda y compañía-, cuando de repente nos asalta la tragedia de nuevo y se nos une un pueblo, el ecuatoriano, del que dependerán en gran parte nuestras pensiones, a esa maldita lista negra de muertos inocentos por la sinrazón inhumana de los que bajo el nombre de patriotas esconden su cobarde condición de terroristas. Esos que ya nos engañaron a todos en más de una ocasión, a usted también señor Aznar, volvieron sigilosos escondiendo el garrote para asestar un golpe mortal del que acusan al Gobierno, mostrando una vez más su cobardía. Estos asesinos enmascarados, favorables a la igualdad de sexo-fue una mujer la que leyó el famoso comunicado de alto el fuego permanente- vuelven a dejar patente su natural condición de inútiles de la especie. Los etarras son ni más ni menos que los hijos bastardos de la democracia, nacidos de un negocio sexual siguen practicando la prostitución del rifle que comenzaron hace treinta años. No contentos con dejar muestras de su bajo coeficiente intelectual al recurrir a las armas por falta de dominio de la palabra y escasez de argumentos humanos, se ponen en evidencia al declarar que el proceso de pacificación continua vigente. Señora ETA, una prostituta puede ganar mucho dinero cuando su belleza está en auge, pero usted es una señora ya mayor y ni siquiera le queda futuro como madame, puesto que ahora la gestión del sexo sucio la llevan otros hijos de puta. Entregue las armas, ya nadie quiere acostarse con una puta a la que afearon los años y que siempre se pintó los labios con sangre en vez de con el carmín de la rosa de la paz que todos queremos oler.
viernes, 12 de enero de 2007
Colección de microrelatos
La república de barro bajo el mar del olvido
Hoy tampoco vendrás a pesar de que te he llamado desde mi corazón a tu alma. Tampoco estás aquí donde me haces falta desde tanto tiempo atrás y pareces inmune a mi desesperanza. Los días son más largos cuando no se comparten con alguien. También son más tristes los días de uno, las mañanas de despertar solitario. No hay desayunos en la cama, faltan risas en la sobremesa, sobran televisión y prensa, quedan sentimientos de nadie, besos sin labios y princesas con madrastras malvadas que les dan para la merienda manzanas envenenadas. Si vinieras conmigo te entregaría mi república de barro que enterré bajo el mar. Si mi padre Zeus te hubiese hecho para mí yo nunca le hubiera dado muerte con la espada de Excalibur. Arturo me confió un secreto: a la mujer hay que amarla como mujer y no como a la prolongación barata de la madre perdida por los años de hombre. El sexo es la manifestación única que nos sigue vinculando al reino animal. Tengo en la casa fotos de sueños rotos y de barcos de papel de los que fui capitán. Siempre navegué en tu busca y nunca te encontré. Me quedan mil años para perder la fe antes de que tú sepas que me perdiste eternamente la primera vez que no me quisiste tener.
Hoy tampoco vendrás a pesar de que te he llamado desde mi corazón a tu alma. Tampoco estás aquí donde me haces falta desde tanto tiempo atrás y pareces inmune a mi desesperanza. Los días son más largos cuando no se comparten con alguien. También son más tristes los días de uno, las mañanas de despertar solitario. No hay desayunos en la cama, faltan risas en la sobremesa, sobran televisión y prensa, quedan sentimientos de nadie, besos sin labios y princesas con madrastras malvadas que les dan para la merienda manzanas envenenadas. Si vinieras conmigo te entregaría mi república de barro que enterré bajo el mar. Si mi padre Zeus te hubiese hecho para mí yo nunca le hubiera dado muerte con la espada de Excalibur. Arturo me confió un secreto: a la mujer hay que amarla como mujer y no como a la prolongación barata de la madre perdida por los años de hombre. El sexo es la manifestación única que nos sigue vinculando al reino animal. Tengo en la casa fotos de sueños rotos y de barcos de papel de los que fui capitán. Siempre navegué en tu busca y nunca te encontré. Me quedan mil años para perder la fe antes de que tú sepas que me perdiste eternamente la primera vez que no me quisiste tener.
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